Les pido mil disculpas por el retraso en la presentación del primer capítulo de "El amor es cosa de otro planeta", pero entre la emoción de los 100 seguidores y el concurso se me había pasado por alto (¡Qué cabeza la mía!!)
Pero como lo prometido es deuda y el sondeo ha dado más que positivo aquí va, eso si lo he tenido que dividir en tres entregas porque era muy largo.
Un beso que tengan buen inicio de semana y espero que les guste, las otras dos entregas las voy a subir a lo largo de esta semana.
Prefacio
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En mi pecho el corazón galopaba como un potro desbocado, en el centro del estómago un nudo se me apretaba cada vez mas fuerte, mi aliento jadeante rompía el silencio sepulcral del bosque.
Las siluetas comenzaban a perfilarse, los ojos me dolían por el esfuerzo de mantenerlos abiertos y por el aire helado que entraba en ellos mientras corría; las lágrimas brotaban a borobotones y descendían por mis mejillas ardientes.
Las manos me ardían y un dolor intenso lasceraba mis sentidos. Los huesos tumefactos y el puño cerrado. Cuando abrí mi mano, un hilo de sangre corrió por el dorso, me envolvió su suave y cálido olor que emanaba de mis heridas.
De repente tomé conciencia de que estaba exhausta, las piernas no me respondían, las sentía pesadas, como si llevara conmigo el peso del mundo entero; caí de rodillas al suelo sintiendo como se hundían en la nieve fría y dura, bajo el peso de mi cuerpo.
En el último aliento la visión borrosa de un claro en el bosque devolvió vida y esperanza a mi cuerpo agotado.
Respiré profundamente, me dolía el pecho, cerré mis ojos y pensé " no puedo fallarme, no puedo fallarles … " En mi mente la imagen de todas aquellas personas que quería, pasó como un relámpago.
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Núnca había sido una persona muy fuerte, a veces me consideraba demasiado frágil para afrontar la vida. Pero en este instante, en este preciso instante en el cual mi vida estaba a punto de llegar a su fin, descubrí que no deseaba morir en este momento, ni en este preciso lugar.
Entonces fue cuando sentí como si una daga arañara con su filo mi hombro, la mirada se me nubló … la oscuridad se apoderó de mí.
Capitulo I
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A veces no es fácil ser adolescente, ser parte de un grupo, tener amigos, socializar y tratar de llevar una vida lo mas normal posible.
Me llamo Verónica, escribo este diario porque espero no olvidar las inumerables personas que han pasado por mi aburrida vida.
Pues sí, cuando digo aburrida no exagero, creo que me quedo corta. Pero me gusta sentir de una manera u otra que las cosas en mi mundo son a mi manera y asi escapar a esta realidad repetitiva y catastrófica.
Mis padres, como la mayoría de los padres, están separados, yo vivo con mi madre y me toca pasar las vacaciones con mi padre.
Mi madre trabaja en un supermercado, el más grande de la ciudad, hace horas extras y vuelve a casa muy tarde, donde vivímos, ella, su novio y yo.
Carlos, el novio de mi madre, es una persona muy buena, nos llevamos bien.
A mi madre se la ve muy feliz con él así que yo trato de hacer las cosas lo mejor posible para que funcione entre nosotros. Ella es jóven, se lo merece.
Mi padre es escritor, un escritor famoso, pero últimamente no lleva una buena racha, tiene algo así como... ah, sí un bloqueo de escritor.
Yo debo de haber sacado a él esta gran necesidad de escribir, aunque solo sea para contar chorradas.
A veces me pongo a pensar que en un futuro lejano o no tanto, alguien cuando yo haya dejado de existir, leerá este diario y quizás encuentre mi vida algo emocionante.
El cole está a punto de terminar, solo me queda un año de aburridas clases, no estoy diciendo que porque me aburro,no hago mi trabajo de alumna lo mejor prosible. No tengo ninguna materia para rendir y ya es mucho.
Este verano pasaré mis vacaciones como todos los años que me son posibles, con mi padre, pero esta vez nada de viajes a ciudades históricas ni visitas a monumentos. Esta vez naturaleza, pesca, y … No sé que tengo, pero presiento que será un verano distinto a todos.
Algo va a suceder …
–¡Verónica! ¿Estás lista? Te estamos esperando, que se hace tarde y luego pierdes el tren.
–Sí... un momento y bajo.
Cerré el diario y lo metí en el bolso con las demás cosas, eché la última mirada a mi habitación, ¿la verdad? mi refugio donde paso la mayor parte de mi tiempo, leyendo, escuchando música, chateando por interntet, etc.
En el pueblo al que voy dejé cuando era niña un gran amigo y ahora seguimos conmunicándonos a través de la red y nos vemos los veranos cuando vuelvo a casa. Ahora hace un par de años que no voy, tengo muchas ganas de verle y … ¡oh sí hablando de música no me vaya a olvidar de llevar mi mp3!.
Bajé corriendo las escaleras y como un rayo llegué a la puerta, mi madre y Carlos estaban en el coche con el motor encendido esperándome.
El trayecto que separa mi casa de la estación de trenes fue muy silencioso, a mi madre no le gusta separarse de mí, dice que juntas formamos un buen equipo. No la culpo, luchó bastante para mantenerme junto a ella cuando se separó de mi padre y le llevó su tiempo rehacer su vida, compaginando el rol de madre y sus deseos de rehacer una familia.
–Por favor cuando llegues y bajes del tren llámame. Estaré esperando que lo hagas.
–Está bien mamá.
–Cuídate mucho y has caso a tu padre.
–¡Que sí! ... no seas pesada, más bien dime ¿tu lo llamaste para confirmar la hora de llegada del tren?.
El viaje era lo suficientemente largo para poner distancia a los ataques maternales de mi madre. Un tiempo lejos no nos vendría mal.
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Mi madre y Carlos irán a la playa de vacaciones a pasar un tiempo y yo estoy muy contenta por ella, al final trabaja tanto que no tiene tiempo para nada y cuando hay un par de horas libres, pues no tiene ganas de nada.
Cuando bajamos en la estación me despedí de mi madre y de Carlos.
–Cuídate mucho, que la pases bien y no te olvides de llamar...
–No te preocupes, tú disfruta de tu viaje a la playa y descansa.
–¡Venga Silvia que estamos aparcados en doble fila! Que la pases bien Vero y saludos a Martín.
–Gracias Carlos, se los haré llegar. – A diferencia de tantas otras parejas mis padres mantenían una relación cordial, no se guardaban reencor.
Levanté mi bolsa que pesaba considerablemente, dí un último beso en la mejilla suave y cálida de mi madre, me dí media vuelta y me dirigí al andén. Allí me esperaba ya el tren en marcha, el revisor me ayudó a subir la bolsa y me acomodé en el vagón.
Menos mal no viajaba mucha gente, el viaje sería tranquilo, todavía no estábamos en temporada alta, así que los turistas no se hacían ver y los pocos que viajaban se amontonaban como moscas alrededor de los mapas y dialogaban bajito en sus idiomas, con sus pesadas mochilas en las espaldas.
Mi sueño sería hacer un viaje a través del mundo, conocer sus gentes, sus paisajes a veces complicados a veces tan simples y misteriosos. Mi padre me solía contar que cuando el era jóven esto de los viajes a través del mundo era una cosa difícil y muchas veces imposible para el bolsillo.
Me senté en el número de asiento que tenía mi billete, eran de esos de cuatro enfrentados, la ventanilla del tren quedaba a mi derecha, me dejé caer con el peso de mi cuerpo, que no es ni siquiera tan importante, no soy una adolescente super desarrollada como muchas de las que suelen encontrarse hoy en día, sino más bien tirando a normalita, demasiado normal para los tiempos que corren.
Me acomodé en la butaca, saqué mi reproductor de música, me puse los auriculares y abrí mi libro, estaba leyendo por enécima vez Romeo y Julieta; no es que sea una romántica enpedernida, pero a quién no le gustaría vivir una aventura emocionante como Julieta?, más aún con un joven tan apuesto como Romeo, pero claro evitando si es posible la muerte trágica.
Unos minutos más tarde el tren se puso en marcha y lentamente salimos de la estación, el sol baña con sus rayos los edificios que bordean las vías del ferrocarril.
Aparto mi vista de la lectura y la fijo en aquel paisaje melancólico, los edificios pasan y se suceden unos tras otros, las calles abarrotadas, dan espacio a otras tranquilas, donde por ejemplo se puede ver una niña paseando a su perro, a dos ancianos conversando sentados en un banco tomando el fresco, o simplemente un parque donde una madre lleva a jugar a su niño.
De repente la oscuridad … proveniente de los túneles, en los que se sumerge el tren, como una serpiente, para luego emerger en otro punto diferente de la ciudad.
Los edificios grandes han dado lugar a casas bajas y dispersas y poco a poco vamos dejando atrás la cuidad bulliciosa.
Los campos se extienden frente a mí como una alfombra verde, derepente me invade la nostalgia, cuántos veranos había hecho este camino cuando niña con mis padres, para ir a visitar a los abuelos a la ciudad y luego más grande con mi madre, cuando me llevaba a casa de mi padre.
Cuando se separaron, me llevaba a pasar el verano con mi padre y al finalizar las vacaciones volvía a recogerme.
Parecen tan lejanos esos años, pienso que el tiempo pasa demasiado veloz para mi gusto y que tarde o temprano los veranos en casa de mi padre se terminarán, para dejar lugar a la universidad. Todavía no he decidido bien qué deseo hacer, pero tengo mis planes, deseo escribir un libro. Tal vez fuera posible convertirme en una gran escritora.
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Pongo el pie en el andén y siento cómo un escalofrío me recorre la espalda y de mala gana dejo mi maleta en el suelo, paseo la mirada por la estación desierta y puedo comprobar que nadie me espera. Arrastro mi pesada carga hasta un banco cercano y me dispongo a esperar a mi padre, tal vez ha tenido algún contra tiempo, ¿quién puede saber?, ésta es una de las razones por las que mi madre le dejó. Su impuntualidad. A veces se olvidaba de cosas que para ella eran muy importantes: un cumpleaños, un aniverasio. El vivía en un mundo todo suyo, bastante distante al nuestro.
Aprovecho para llamar a mi madre y le digo que mi padre está yendo a buscar el coche, no sé si se la habrá creído, pero concidero inútil decirle la verdad.
En la carretera entre las montañas resonó como un trueno el motor del deportivo, pasó como un rayo, deslizándose por las curvas sinuosas que portan a la cima...
La música ensordecedora, el olor a piel nueva que desprendía el tapizado se mezclaban con el perfume embriagador de su conductor, un jóven taciturno, delgado, moreno, con ojos verdes como esmeraldas.
Lleva unos tejanos negros apretados, zapatos italianos y una camiseta blanca... La gente que se encontraba en el refugio en la cima, sentada en la terraza, se queda atónita viendo la escena, cuando el muchacho descendió de su magnífico coche, parecía que un modelo de alguna revista de moda se había escapado del set fotográfico y se encontraba en aquel instante allí. Los murmullos cesaron para dar paso a la perplejidad.
Los hombres, no podían apartar sus ojos de un coche como aquel, imponente y potente y las mujeres, seguían con la mirada, sin siquiera parpadear, al chico que con paso seguro atravesaba la terraza para entrar al bar. Las muchachas asemejaban a un tigre a punto de caer sobre su presa. Los movimientos certeros del apuesto muchacho y su paso ágil, atraparon la atención de todas las presentes.
Cuando llegó a la barra saludó con una amplia sonrisa a la camarera, ordenó y se sentó, parecía esperar a alguien, cuando la camarera le sirvió, tomó el vaso y se dirigió a uno de los ventanales, se sentó en la mesa más cercana dando la espalda al gran salón, paseaba la mirada por la inmensidad de la naturaleza que se extendía delante de sus ojos, parecía una prolongación de ellos, de un verde intenso.
Roca blanca, era un bar que permanecía abierto invierno y verano para dar cobijo a caminantes y aventureros que se adentraban en el parque natural de Lago Grande.
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En verano el lugar era muy concurrido, allí se daban cita los turistas que abarrotaban la zona.
Nuevamente el rumor de motores en el ingreso del local, cesaron las conversaciones, el silencio total roto por el sonido de tacones chocando contra el suelo, resonando en el aire, se dirigieron hacia donde se encontraba el joven y una vez allí se detuvieron.
Sin girarse el misterioso joven habló.
–¡¿Hola ya están aquí?!, han demorado mucho... – luego dejó escapar una carcajada, mientras se volvía hacia sus dos interlocutoras.
–¡Eres un tramposo! – gritaron a coro dos hermosas muchachas.
Dos criaturas salidas de un cuento de hadas, gráciles, de largas cabelleras rubias, sus cuerpos esculpidos por la mano de un exquisito artesano, maravillosas, perfectas, iguales, la única cosa que las diferenciaba era el color de sus delicados ojos, una tenía dos esmeraldas como el joven que las esperaba y la otra dos lagos azules impenetrables.
–¡Las gemelas no aceptan su derrota!.
–Venga, no vas a comparar tu coche con nuestras motos…
5 comentarios:
Me encanta!
Un saludito :)
La verdad que me ha gustado mucho, el prefacio fue muy intenso y el primer capitulo muy bueno.
Me encanto !!
besos
Un prefacio absolutamente genial!!
Gracias a todas por sus comentarios, me alientan a continuar haciendo lo que me gusta ^^. Besitos
¡Me ha gustado! Quizá me habría gustado más si me hiciera una idea de lo que va a pasar pero de todas formas está bien :D
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